Tuesday, October 6, 2015

Asumir responsabilidad de uno mismo


Cuando éramos niños, nuestros padres siempre nos reprendían diciéndonos: ¡sé responsable! Toma responsabilidad de lo que haces. Para nosotros significaba que si teníamos tareas o deberes que hacer o si querían que estuviéramos en casa antes de la cena, entonces teníamos que ser responsables y cumplir con lo que nos decían y no entretenernos o, peor aún, andar con dilaciones hasta tal punto que al final nunca las terminábamos y acabábamos teniendo que hacerlas a todo correr.

Yo solía decirle a uno de mis hijos, cuando acudía a mí en el último momento con un trabajo que no había escrito o un proyecto que no había planificado adecuadamente: tu falta de planificación no es mi emergencia (este dicho lo encontré en algún artículo).

Sin embargo, asumir responsabilidad de uno mismo no consiste en esto.

Una cosa es ser responsable de las cosas de la vida, como descrito más arriba, y otra cosa es asumir responsabilidad de uno mismo. Ambos tipos de responsabilidad forman parte de un comportamiento responsable, pero el segundo se entiende mucho menos y no es tan común que se ponga en práctica.

Asumir responsabilidad de uno mismo significa literalmente decidir ser responsable de todo lo que pase en el interior de uno. Me apresuro a añadir, no obstante, que no somos responsables de todo lo que nos ocurre. Eso no se puede controlar. Si vives en un estado policial y te detienen de forma arbitraria, o si vives en una zona con riesgo de huracanes u otros desastres naturales, o si vives en un país del tercer mundo donde hay pobreza y hambre virulentas, o si procedes de la etnia o religión equivocada (conforme a los poderes existentes) y estás sujeto a acoso o algo peor, está claro que no puedes atribuirte responsabilidad de semejantes acontecimientos.

Sin embargo puedes asumir, sin la menor duda, responsabilidad de tu modo de reaccionar a todo eso y, por lo tanto, puedes asumir responsabilidad de cómo te sientes respecto a ello, de tu situación en medio de tal confusión y caos. En consecuencia, y dicho en dos palabras, tienes control sobre tu vida. Mientras tengas el control de lo que ocurre en tu interior, lo que ocurra en el exterior tendrá mucha menos importancia.

Trasladando todo esto al terreno de acontecimientos y experiencias mucho más normales, podemos comprender cómo podemos empezar a tomar el control de gran parte de lo que nos agobia y nos asedia, asumiendo responsabilidad de nosotros mismos:

  • tu jefe acaba de ascender a otro pasando por encima de ti
  • el banco ha denegado tu solicitud de préstamo
  • el hombre/mujer a quien amas acaba de dejarte
  • la chica a la que invitaste salir después de mucho debate interior a causa de tu miedo al rechazo, ha dicho que tiene novio
  • llovió toda la semana que pasaste de vacaciones en Hawái
  • diez editoriales han rechazado tu manuscrito
  • han puesto en lista de espera tu solicitud de acceso a la universidad 
En cada uno de estos ejemplos algo externo a ti te causa frustración, desengaño, dolor, irritación, ira o multitud de otras emociones. Por ello, culpamos al acontecimiento o a la persona y así nos explicamos nuestras emociones negativas. Queda claro que nos sentimos así debido a lo que ha ocurrido.

Si esa explicación es suficiente para ti, entonces estás dispuesto a ceder el control sobre tu estado de bienestar a un acontecimiento u otra persona. Esto equivale a decir que no tienes el control de tu bienestar. ¿Cómo puedo tenerlo cuando me han ocurrido estas cosas? Puedes tener el control de tu estado de bienestar decidiendo tenerlo. Así de sencillo.

Toma la decisión de que en el futuro, cuando ocurran cosas que normalmente te disgustan, considerarás todas las posibilidades, todas las alternativas de reacción que tengas a tu disposición. Entre todas estas alternativas, una de ellas siempre va a ser:

  • Puedo elegir no disgustarme
  • Puedo elegir permanecer tranquilo
  • Puedo elegir mantener la calma
  • Puedo elegir permanecer de buen humor
  • Puedo elegir negarme a permitir que esta persona o este acontecimiento me incomode
  • Puedo elegir crecer gracias a esto
  • Puedo elegir ver esto como una situación de la que aprender y sacar algo positivo para avanzar hacia el siguiente lugar de mi vida
  • Puedo elegir sonreír
  • Puedo elegir alejarme de esta situación
  • Puedo elegir reírme
  • Puedo elegir creer en mi propio valor como ser humano maravilloso
  • Puedo elegir dejar a esta persona ser como es y darme cuenta de que su manera de pensar o su comportamiento no dicen nada en absoluto sobre mí
  • Puedo elegir no preocuparme (porque preocuparse nunca ha servido para resolver nada en absoluto)
  • Puedo elegir estrechar la mano 
Los ejemplos de elecciones que puedes ofrecerte son interminables. Si te aseguras de que tus elecciones son siempre formas de hacerte bien, de agrandar tu bienestar interior y que te sirven de algún modo, entonces tomas verdadero control y empiezas a asumir responsabilidad de ti mismo.

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